20 de julio de 2012

Interdicción I

Un sueño se cuela a veces entre mis recuerdos, con una nitidez tal que me lleva a dudar si verdaderamente no lo habré vivido.

El patio de la casa de mis padres se alarga, se alarga, y se abre la puerta del galpón, y me sorprende que nadie me haya dicho qué hay ahí, y dentro del galpón, enormes habitaciones con amplias ventanas se suceden, sus puertas entreabiertas me permiten ver de costado, entrar y deambular ahí dentro, con esa felicidad que se siente cuando uno descubre un secreto, hasta que veo otra puerta y a ella voy fascinada, y me sumerjo en un espacio que se prolonga y crece a medida que lo recorro.

Otra variante: el patio de mis padres se alarga, y cuando voy hacia atrás del galpón encuentro un paredón bajo y detrás del paredón una casa en construcción, aunque en parte está ya casi lista, según parece, desde hace muchos años, una casa nueva que por un sendero de lajas no sólo se ha de comunicar sino que ha de formar parte de la casa [siempre se trata de la casa de mis padres], ocupa incluso todo un enorme terreno detrás del hospital, y siento un profundo asombro y una cierta desazón al darme cuenta de que "mi casa", la casa de mi infancia y mi adolescencia era mucho más grande y tenía muchas más habitaciones, y yo nunca había podido llegar a ellas, y ahora ya es demasiado tarde.

Una vez soñé también -pero esta era una variante retro- que la casa misma era la que ser prolongaba hacia atrás, con más y más espléndidas habitaciones, años treinta, con sillones, espejos, muebles, relojes, pisos de pinotea y mosaicos de colores, servicios de té de porcelana inglesa y cubiertos de plata, sí todo eso soñaba que era mi casa, en mi sueño sin embargo no me siento sola, sino sorprendida y perpleja porque no hay nadie ahí, ni mis padres, ni mi hermana y sólo siento presente todo el tiempo dos preguntas: "¿por qué nunca antes pude llegar hasta acá?, ahora, ¿puedo quedarme?"

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