9 de junio de 2013

Naranjas



La feracidad del patio de la casa de mis padres no deja de asombrarme: desde hace ya mas de dos años nadie se ocupa de ese patio, y es verdad que muchas plantas se han secado, los travesaños del parral ya se han quebrado, y hay por todos lados tallos secos, ramas y hojas caídas; pero las hendiduras entre las lajas de los senderos que lo atraviesan están todas llenas de gramilla y césped, un matorral de alhucemas ha cubierto por completo el portoncito metálico que da al patio de atrás, y el naranjo, como si hubiera potenciado el amoroso cuidado de mis padres - que en cuarenta años nunca dejaron de regarlo dos veces por día, podarlo, hacerle injertos, desinfectarlo, sacar los yuyos, matar hormigas -, volvió a dar este año las más espléndidas naranjas.

No tienen semillas, y el jugo es abundante y delicioso.

2 comentarios:

Ana Magdalena dijo...

En casa de mis padres, de jardín antiguo y muy cuidado en vida de ellos, pasa algo similar, que estremece al verlo, solo que no sé decirlo tan bien como vos, Ana

Ana Miravalles dijo...

Qué bueno compartir un recuerdo y una sensación así, Ana. Gracias! un beso